Rosa María Hernández es agricultora y comunera de El Fresno. Estudió Administración y trabajó de administrativa en una oficina, en un hotel… pero el campo siempre ha sido para ella un imán, al que ha vuelto y en el que decidió quedarse. Lo califica de “fascinante” y se le ilumina la mirada cuando cuenta cuál es su día a día en su finca moguereña. Su generación, asegura, es “la bisagra”, por haber conocido el trabajo tradicional en el campo y el actual, que apuesta por la innovación.
– ¿Viene de una familia ya “fresera”?
Pertenecemos a una familia que ha tenido campo desde siempre. Antes, en Moguer se trabajaba la viña, el melocotón… unos frutos que fueron desplazados por la fresa. Apostamos por ella y nos unimos a Cuna de Platero cuando se creó. La economía cambia y el agricultor se va adaptando a lo que va viniendo.
– ¿Cuál es su tarea en la empresa?
Hago un poquito de todo. El trabajo en el campo empieza para mí en agosto, ya casi enlazamos una campaña con otra. Puedo estar instalando, montando los micros, arcos, etc. y en plena campaña estoy dedicada a pesar la fruta. Pero puedo hacer de todo en la finca, un trabajo que no se ve, porque cuando hablamos de la fresa se piensa siempre en la recogida, pero tiene mucho detrás.
– ¿Qué significa el trabajo en el campo para usted?
El campo es un mundo fascinante. Me gusta mucho ver la evolución del campo, cuando empezamos en agosto la finca está vacía, vamos montando las mangueras, los micros, regamos, preparamos la tierra, alomamos, ponemos las patas, los arcos, los plásticos… esa evolución es lo que más me gusta. Empezar con nada y ver cómo poco a poco tienes ya la producción de frutos rojos.
– Trabaja en el campo, realiza todas sus tareas, ¿ha sentido alguna vez un trato diferente por ser mujer?
Todas las mujeres están cualificadas para hacer todo tipo de trabajos. Puede costarte más o menos, porque todos no tenemos la misma fuerza, pero, en mi caso, considero que si no tengo la fuerza para realizar algo, tengo maña. Si lo haces, lo consigues. Conducir el tractor no se me da tan bien como otras tareas, pero lo hago. Hay muchas fincas que las llevan mujeres y lo hacen estupendamente, porque teniendo ganas podemos hacerlo todo.
– ¿Cuándo empezarán a llegar los primeros frutos?
Trabajamos con la variedad San Andrea, que es temprana, así que en noviembre ya tenemos las primeras. La frambuesa la plantamos en agosto y es de doble floración, empezándose a recolectar los primeros frutos a finales de diciembre y comienzos de enero, según la meteorología.
– ¿Es el consumidor cada vez más consciente de las propiedades saludables de los frutos rojos?
Cada vez miramos más qué comemos para cuidarnos más. Las propiedades de los frutos rojos son un aliciente más para comprarlos, porque nos ayudan a sentirnos bien. Quizá la fresa se compre más por ser la más conocida y en el caso de frambuesa, mora y arándanos, sus propiedades son un aliciente para la compra.
– ¿Qué os aporta trabajar con una cooperativa como Cuna de Platero?
La unión hace la fuerza. Estar con Cuna de Platero nos abre muchísimas puertas, al ser una empresa grande, conocida, que tiene detrás décadas de trabajo. Cuenta con grandes profesionales a su servicio en todas las áreas. Si mi empresa, que es pequeñita, tuviera que hacer todo lo que nos ofrece Cuna de Platero desde cero, no seríamos capaces de llegar.
En Cuna de Platero todos somos uno. Todos aportamos algo: el campo, el almacén, la directiva… todo el conjunto suma y es bueno.
– ¿Esa unión que se da en una cooperativa existe en todo el sector?
Todo el sector agrario debería estar unido, eso nos daría fuerza. No hablo en ventas, sino en aportar ideas que beneficien al sector. Puedo tener una idea muy buena que si la comparto, quizá podamos mejorarla y usarla todos en beneficio del sector.
Si compartimos y no vamos poniendo zancadillas, sería la perfección.
– ¿Ha cambiado mucho la forma en que veía trabajar a su padre a como se realiza actualmente?
La evolución ha sido tremenda. Yo recuerdo a mi padre con un caballo arando la tierra y hoy tenemos un tractor. Hemos dejado la viña y empezado con la fresa, primero, con arquillos chicos y, después, grandes.
Esa evolución la hemos visto también en la cooperativa, que antes tenía sólo una línea de pesado y ahora tenemos 24 líneas. La innovación ha llegado para quedarse al campo y al almacén.
En el riego, por ejemplo, gracias a las nuevas tecnologías hemos pasado de regar con el motor a tener una app en el móvil en la que indicamos dónde queremos regar. Debemos seguir avanzando y nunca parar de evolucionar.